31/8/05
Uno de los placeres del verano es poder dedicar tiempo y tiempo a la lectura. Durante el invierno, época del año que va de septiembre a junio, leer es una búsqueda constante de tiempo libre que solamente suele acontecer durante los minutos previos al sueño. Pues bien, disfrutando del placer lector, encontré el otro día en un pequeño cuento policíaco de G.K. Chesterton un reflexión que me parece interesante para iniciar de esta forma el nuevo “curso político” que dirían los cursis.
El protagonista que no es otro que el inefable Horne Fisher al referirse a lo que es real o no ante nuestros ojos compara dicha realidad con un agujero en el muro que nadie ve porque se encuentra justo bajo la superficie, al otro lado de una fina capa de información falsa. Y añade que las mentalidades modernas, el libro está escrito en la primera mitad del siglo XX, nunca aceptarían nada por la fuerza, pero en cambio aceptarían cualquier cosa siempre que no haya coacción de por medio.
La muerte en todas sus facetas se ha adueñado de este verano. Pero esas desgracias son recibidas por nuestras mentes de forma y manera que cada día nos afectan menos. Aceptamos la destrucción de la vida en el sentido más amplio con una indiferencia que resulta escalofriante. El dolor dura el tiempo que dura la noticia. Y la noticia, siempre, está llena de falsos datos y de las falsas impresiones del periodista de turno. Tenemos que ser capaces de ver el agujero en el muro que los otros esconden. Nuestra obligación es ser más y más críticos. No podemos aceptar sin más las cosas como se nos presentan. Hay que desentrañar la realidad para ponerla al alcance de todos y, de esa forma, adquirir el poder de decisión que desde, todos sabemos bien desde donde, se nos quiere arrebatar.
Desde aquí hago un llamamiento a todos aquellos interesados/as en dar a conocer la verdad para hacer un frente común contra el silencio cómplice y la aceptación de cualquier cosa simplemente por que ello resulta más cómodo que interpretar la realidad.
Bienvenidos todos.
