16 nov 2005

Economía doméstica

XLII Jornada

16/11/05

En las últimas semanas ha aumentado mi preocupación en torno a mi economía doméstica. En el próximo enero subirá la mensualidad de la hipoteca y por las mismas fechas se producirán las inevitables, pero siempre descaradas por su volumen, subidas de precios en el gas, la luz, el agua, etc. Mi sueldo recibirá la magra subida anual –como funcionario que soy lo magro abunda- y con ella tendré que hacer frente a lo que venga.

Me preocupa porque veo que no hay una directriz económica clara. Yo soy un iletrado en economía pero me da la impresión por las noticias que a mi me llegan que seguimos viviendo del esfuerzo realizado en años anteriores y que en este momento no se están poniendo las bases para nuestro futuro. Con una inflación controlada pero en una cifras muy altas, unos tipos de interés que van a subir, una balanza de pagos deficitaria, desequilibrio presupuestario y con una economía como la española que no es productiva sino basada en el consumo y consumo de productos del exterior, el futuro lo pintan negro.

Negro político y negro económico. Pues va a ser que si.

7 nov 2005

¡Arde París!

XLI Jornada

7/11/05

Hay que ver lo difícil que es sostener una opinión sobre lo que está pasando en Francia. Es este un país que en nosotros los españoles concita dos sentimientos opuestos pero igualmente fuertes; el odio extremo o la admiración incondicional. Debo decir que siempre he estado del lado de los segundos, aun reconociendo que en los últimos años Francia ha dejado de ser el icono cultural y social de referencia. Francia representa para nosotros lo que siempre quisimos ser y nunca conseguimos alcanzar; un país seguro de si mismo, orgulloso y capaz de vivir el día a día sin ataduras. El mayo del 68, tan similar iconográficamente a los disturbios actuales, era algo más que un sentimiento; la libertad en estado puro en una sociedad viva y moderna. Los primeros viajes a Francia significaban en nuestras vidas el encuentro con formas de vida y comportamiento muy alejadas de nuestra triste y antigua realidad. El paso de los años nos permitió asemejarnos a ellos y vimos como las realidades se igualaban para lo bueno y para lo malo. ¿Y ahora qué?

He de reconocer que no he seguido los disturbios, primero de la periferia de París y ahora del resto de ciudades, desde el primer día. Puedo decir incluso que no les he prestado demasiada atención; veía las fotografías en la prensa y me limitaba a leer los titulares. Pero algo grave debe estar ocurriendo en la política y en la sociedad francesa, por este orden, para que hayan pasado doce días del inicio del hecho y todavía estemos inmersos en ellos. Al parecer la “corrupta” clase política anda a la greña por un quilate tú que me pongo yo y esa muestra de debilidad ha sido aprovechada por una parte de la sociedad, la del suburbio; magrebí, negra o islámica, para llamar la atención. Pero en el fondo nadie sabe lo que realmente pasa ni siquiera los mismos franceses; un vistazo a la prensa, más pendiente de sus azares económicos, no te saca de dudas.

El suburbio francés siempre ha sido una fuente de problemas. Las primeras generaciones de inmigrantes ocuparon los lugares que no quería nadie y sus descendientes, ya totalmente franceses, parecen sentirse ciudadanos de segunda clase y abandonados de las autoridades. Los magrebies porque, como ocurre en España, no tienen ninguna intención de integrarse y los subsaharianos porque hagan lo que hagan siempre ocupan el último lugar. La educación, de la que Francia siempre ha presumido, ha fracasado estrepitosamente y no ha sido capaz de dar a estos individuos un espejo no sólo en el que mirarse sino capaz de reflejar el futuro de igualdad. Ante ello la violencia es la salida más fácil, primero en la banda del barrio y ahora en la nocturnidad de unas callejuelas abandonadas de la civilización. Y la pregunta que todos nos hacemos es ¿cómo puede terminar esto?

Sea cual fuere la respuesta algo está cambiando en Europa en otra hora fuente de civilización y cultura y ahora arrastrándose herida a la búsqueda de unos valores que perdió para siempre y que no será capaz de recuperar sin un elevado coste de libertades. La libertad es lo que está en juego; una libertad menoscabada cada día más por unos poderes públicos incapaces de responder a los retos de sociedades complejas y acomplejadas. Acomplejadas de ser lo que siempre fueron y que renunciaron a serlo a cambio de nada. Nos falta coraje para plantar cara a tanta insensatez y falta de sentido común. Nos falta Europa.