El dieciocho de mayo de 2005 iniciaba este
blog con un “yo acuso” al entonces
Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, como
responsable de la división que estaba provocando en el país; catorce años más
tarde esa acusación debe transformarse en responsabilidad. Él y sólo él es el
responsable del momento político que vive España pues él fue quien inicio el
camino hacia el populismo actual con su procaz y desvergonzada demagogia.
Zapatero accedió a la Secretaría General del PSOE en julio de 2000; que
diferente hubiera sido para la Historia de España si aquella elección no se
hubiera producido y hubieran sido los elegidos José Bono ó Rosa Díez, ¿lo han
pensado en alguna ocasión? Inmediatamente se puso a funcionar un aparato cuya
única finalidad era la de aprovechar, con toda la carga demagógica que ello conlleva,
cualquier acontecimiento para desgastar al Gobierno socavando así su
credibilidad.
De
forma enloquecedora se fueron, sin solución de continuidad, sucediendo un
conjunto de hechos que fueron magníficamente aprovechados por el aparato para
provocar y organizar grandes movimientos de masas y poder de esta forma
conseguir el objetivo de que el PP abandonara el Gobierno. Y a fe que lo
consiguieron en el corto periodo de cuatro años.
Todo comenzó con el hundimiento del Prestige
frente a las costas de Galicia (noviembre 2002) y se fueron añadiendo el no a la guerra (febrero 2003), el accidente del Yak 42 (mayo 2003), el desaire
a la bandera de los EEUU (octubre 2003), el «Apoyaré la reforma del Estatuto que
apruebe el Parlamento catalán» (noviembre 2003), el Pacto del Tinell para aislar y
estigmatizar al Partido Popular (diciembre 2003) y culmina el once de marzo de 2004 cuando, de forma
harto canallesca, se tergiversan los hechos y se siembra en la sociedad la duda
sobre el terrible acontecimiento. Durante ese infame año y medio toda la
maquinaria de la más vil demagogia se puso en marcha para sin recato alguno y
utilizando el medio de la supuestamente espontanea movilización popular menoscabar
la credibilidad y la legalidad del Gobierno y del Parlamento.
El
resultado de la noche electoral del catorce de marzo fue fruto de esa política demagógico
populista y supuso la entrada, traumática, de España en el s. XXI. Zapatero fue
el primero que utilizó el populismo como arma política y detrás vinieron
aquellos que ya no sólo se conforman con cambiar gobiernos sino que van más
lejos al promover un cambio de Régimen mientras, sin vergüenza, se aprovechan
de este otro al que tanto denostan.
Una
vez alcanzado el gobierno la maquinaria siguió funcionando y se aprobaron leyes
cuyo único fin era dividir a la sociedad y socavar el sistema: matrimonio gay,
dependencia, violencia de género y memoria histórica. Y se llegó a la más
absoluta desfachatez cuando en 2008 se negaba empecinadamente la crisis
económica y se hablaba, con total desvergüenza e insultando a los que más la padecían,
de brotes verdes.
Desde entonces todo ha sido un cúmulo de despropósitos. Hubo que hacer
frente a una crisis, que era real, a base de sacrificios, de la que aún no se
ha salido y que parece que desea quedarse indefinidamente en forma de empleos
precarios y menoscabo continuo del poder adquisitivo de las clases medias. Una
crisis económica de la que capas enteras de desfavorecidos han sido las victimas
y parece que seguirán siéndolo. Una clase política incapaz de, no ya de buscar,
sino de imponer soluciones, dividida y radicalizada más que nunca. Una
Comunidad Autónoma, Cataluña, empeñada en desobedecer e incumplir las leyes y
dispuesta a todo, golpe de estado incluido (septiembre 2017), para obtener la
independencia. Juicios y más juicios. Corrupción. Y una España cansada de vivir
en el continuo sobresalto, antes ETA y ahora los independentistas, que tan sólo
desea vivir en paz y prosperar bajo un gobierno u otro pero eso sí de personas
preocupadas por el bien común y dispuestas a buscar soluciones imaginativas que
favorezcan nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Zapatero se fue, todos los políticos pasan mal que les pese, pero su
sombra es alargada. Ahora otro socialista ocupa la Moncloa, Sánchez, sin haber
ganado nunca unas elecciones, la demagogia se ha convertido en populismo,
barato y vergonzante. No se ha roto con aquellos años e incluso se sigue
profundizando en ellos (Valle de los Caídos y restos de Franco). Se empeñan en
seguir la misma senda. Los problemas siguen sin ser resueltos y nosotros cada
vez más y más cansados y hartos.
Populismo
Tendencia política que dice defender los
intereses y aspiraciones del pueblo.
Demagogia
Empleo de halagos, falsas promesas que son
populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para
convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición
política.
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