2 feb 2013

Exilio

"(...) tú y yo tuvimos que alejarnos de Levante para intentar seguir con las manos limpias. No tenemos nada de que avergonzarnos, pero sería aberrante preconizar que el exilio es la única solución para nuestros dilemas éticos. Un día de estos tendremos que dar con una solución in situ, si es que la hay, cosa de la que no acabo de estar seguro a estas alturas..."
Amin Maalouf. Los desorientados. 


En nuestro país es de plena actualidad el exilio económico al que se dirigen  muchos jóvenes, y no tan jóvenes, a consecuencia de las malas perspectivas económicas que nos amenazan. No debería sorprendernos tanto porque el exilio económico ha sido una constante en nuestra historia, me atrevería a asegurar que desde el descubrimiento de América. No hemos sido capaces de construir una nación y de soportarla con la creación de un entramado económico suficiente. No lo fuimos hace quinientos años y no lo somos ahora. 

El exilio político es, en la mayoría de las ocasiones, una imposición pero el económico es una elección voluntaria que pone de manifiesto la escasa confianza en tu propio país como fuente de bienestar. No vemos que sea posible una solución a los problemas que aquejan a nuestra sociedad y salimos a la búsqueda de aquella solución suficiente para nosotros. Somos egoístas  Pero no lo reflejo aquí como una crítica sino como la constatación de que el individuo siempre se sitúa por delante de la masa, mal que les pese a los idealistas de izquierda, en el momento crucial de planear el futuro.

El individualismo, se convierte así en una esperanza pero plantea el dilema, inevitable aunque se diluya en la lejanía geográfica, del qué será de la tierra que te vio nacer. La búsqueda de la solución in situ de la que habla Maalouf. Por eso, sin avergonzarse por haberse ido, se vuelve. Se vuelve y las más de las veces para constatar lo que ya sabíamos, lo mismo que nos hizo irnos, que no hay solución. Superemos pues el dilema.

Otros tomaron el camino antes y sus circunstancias podían ser parecidas pero su personalidad no. Espero que esa nueva personalidad, más global, les aleje, a los que ahora se van, de cometer el error de volver. El que ahora pueda irse debe irse y romper unos ficticios lazos patrióticos con una nación no menos ficticia. No hay que temer por los lazos familiares esos siempre estarán ahí, si hemos sido capaces de anudarlos fuertemente, la distancia no los romperá, y si ya estuvieran rotos, qué más nos da.

¡Ojalá pudiera yo tomar el camino del exilio!

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