8 feb 2013

Virtudes y talentos


DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS
DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO (1789)

Artículo 6.La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos, ya sea que proteja o que sancione. Como todos los ciudadanos son iguales ante ella, todos son igualmente admisibles en toda dignidad, cargo o empleo públicos, según sus capacidades y sin otra distinción que la de sus virtudes y sus talentos. (el subrayado es mío)

La otra noche veía la película de Jean Renoir "Esta tierra es mía" donde Charles Laughton da vida a la figura de un maestro enfrentado a la ocupación nazi de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. En la escena final del film es detenido en su clase, frente a sus alumnos, mientras les lee los primeros artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Lo detienen justo antes de terminar el artículo que reproduzco arriba y su compañera (Maureen O´Hara) termina la lectura con un remarcado especial en las dos palabras finales: virtud y talento.


A mi mente acudieron las imágenes de toda la caterva de "ciudadanos" que  estos días aparece en los medios de comunicación y que en los últimos años han acaparado las dignidades, los cargos y los empleos públicos pero que carecen en absoluto de virtud y talento para desempeñarlos.

En la película, los políticos de turno no tienen empacho en colaborar con el enemigo en contra de sus compatriotas; los poderosos venden su alma al diablo con tal de no tener problemas y vivir tranquilos. Tan sólo los intelectuales, cuya representación queda en manos de unos simples maestros de escuela, siempre tan cercanos al pueblo, se erigen en portavoces de una resistencia necesaria y que determinados individuos llevan a la acción, igualmente necesaria. Son los portadores de las virtudes y del talento necesario para mantener la dignidad.

El entramado de las clases dirigentes se basa en la delación constante y en el constante estar a bien con el ocupante. Carecen de dignidad; han perdido el contacto con la realidad de los ciudadanos que los eligieron. Los han creído   sobrepasar y, todo lo contrario, se han hundido en un lodazal formado por sus propios excrementos (perdonad la figura escatológica) y sólo aquel que parece darse cuenta opta por el suicidio.

La Declaración considera la virtud y el talento como una distinción que debe acompañar a la capacidad. La capacidad, los conocimientos, se pueden adquirir. La virtud y el talento son un rasgo de carácter; se modelan en torno a unos valores y principios que hay que vivir. Su ausencia, la ausencia de la vivencia, es origen de conductas desviadas de todo sentido común.

El maestro prefiere morir con dignidad y seguir siendo un ejemplo para su ciudad y sus alumnos que vivir humillado y sumido en la indignidad.

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