19 mar 2019

Primarias

Hace unos años, en plena vorágine de escándalos de corrupción en el seno de los partidos políticos, algunos de ellos creyeron descubrir la solución al problema estableciendo en su seno un sistema de elección de candidatos que profundizaba la democracia interna al ser los propios militantes, sin intervención de las direcciones, quienes decidían quienes querían que fueran sus elegidos. El proceso recibió el nombre de Primarias, supongo que en un remedo de las que se efectúan en los EE.UU.
El sistema se extendió, poco a poco, al resto de partidos que no querían ser menos ni parecer menos democráticos y todos hacían gala de sus primarias.
Pero todos conocemos como funciona un partido político y como son capaces de revertir cualquier situación en beneficio propio y de sus más altos dirigentes. En otras palabras, recién puesto en marcha, el proceso degeneró.
Primero fue comprobar cómo algunos de los ganadores de primarias eran luego incapaces de ganar elecciones, con la pérdida de influencia que ello supone. Después darse cuenta de que algunos de los ganadores no eran precisamente afectos al líder y eso provocaba luego tensiones internas que se trasladaban al electorado que dejaba de votarles. Así que pronto comenzaron a tomar medidas.
Una de las primeras fue adoptar unas condiciones draconianas para aquel que quisiera presentarse. Eso ya desanimaba a muchos, pero no a aquellos que contaran con el apoyo del propio partido. La segunda consecuencia es que en muchos lugares los militantes dejaban de tener opciones ya que la candidatura presentada era única, la presentada por los propios dirigentes, y todo quedaba reducido a ratificarla en un triste ejercicio de falsa votación.
Y la tercera opción que les quedaba en aquellos casos en que alguien osara presentarse frente al candidato oficial era la manipulación del voto y si esto no terminaba de funcionar o se hacía muy evidente, relegar luego al ganador a puestos en las listas ya no elegibles con la excusa de acuerdos con otros partidos por ir en coalición o el deber del partido de garantizar la elección de ministros, independientes recién fichados y cualquier otro “paracaidista” al que hubiera que colocar.
En otras palabras. Tomaron el término “regeneración democrática” como mantra sobre el que construir un nuevo modelo de partido pero bajo él mantuvieron el viejo que es el que reporta mejores y mayores beneficios. Seguimos pues como siempre con estructuras fuertemente jerarquizadas y controladas donde el Líder, rodeado siempre de sus más fieles, incondicionales y leales adeptos,  es quien en última instancia decide y toma las decisiones y donde los militantes siguen siendo convidados de piedra.
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