Es considerado uno de los últimos grandes
artistas del siglo XX. Dotado de un profundo conocimiento plástico supo
conjugar su independencia respecto a los movimientos de vanguardia con una fina
sensibilidad hacia los problemas de su tiempo.
Su periodo de formación estuvo marcado por
la recuperación de la figuración realista y la creación de composiciones de
temática estrictamente moderna que mostraban con crudeza la sexualidad y la
violencia, cuando el movimiento artístico predominante en la época era el
surrealismo.
Desde muy pronto la obra de Balthus se vio
envuelta en la polémica, sus lienzos muestran un explícito contenido erótico
para llamar la atención de la opinión pública. Sus muchachas adolescentes,
emplazadas en sobrios decorados, son
sorprendidas, en momentos de tedio o ensimismamiento, en posturas desinhibidas
que suscitan diversas lecturas poniendo al espectador en la tesitura de
involuntario voyeur. Balthus detiene el tiempo, petrifica el instante y sus
personajes son captados en gestos y posturas algunas veces extrañas pero
verdaderas. Su labor pictórica se ha interpretado en numerosas ocasiones como
una lucha contra el paso del tiempo.
En periodos posteriores el artista se
decanta por los decorados y centra la acción en instantes de máxima tensión
dramática enmarcados en escenarios muy sencillos. En su obra de estos años
desaparece el componente provocador de la pintura anterior. En sus últimas
obras su interés por los textiles y la ornamentación de paredes y pavimentos le
acercan a técnicas que recuerdan a las de los tapices medievales.
Exposición en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 28 de mayo.
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