El visionado de esta serie británica ha
supuesto una doble agradable sorpresa. Primero porque me ha recordado antiguas
series de similar contenido e impecable realización como fueron en su momento:
Arriba y Abajo y la Caída de las Águilas y, segundo, porque hacía tiempo que no
me sentía tan identificado con unos personajes dibujados y completados de
manera tan real y exquisita.
Históricamente el retrato que se efectúa de
los inevitables cambios y adaptaciones que tienen que efectuar los dos
mundos, el de los señores y el de los
criados, frente a los retos de un moderno mundo que se les viene encima y que
no terminan de entender pero al que inevitablemente terminan amoldándose me
parece magnífico y digno de ser mostrado en un aula a alumnos que estudien esa
época en profundidad.
El envoltorio visual es digno de elogio y
hasta el más mínimo detalle está cuidado al máximo. Los personajes son nítidos,
perfectamente definidos, en algunos momentos muy cercanos al culebrón
sudamericano pero eso no les quita un ápice de verosimilitud.
Un mundo desaparece poco a poco a la vista
de todos y otro nuevo ve la luz. La Gran Guerra es la bisagra en torno a la
cual el giro se produce. El siglo XIX con sus costumbres, tradiciones y moral
da paso al XX introduciendo un buen montón de incertidumbres al que los hombres
y mujeres que aquella época les toco vivir hicieron frente como pudieron y no
con poco éxito.
Resulta curiosa la identificación de los
criados con sus señores, la creencia de pertenecer a la misma familia, y la
mayor resistencia que oponen a los cambios tal vez porque en ello estaba su
supervivencia.
Los señores ven resquebrajarse los
principios que sustentan su superioridad pero se adaptan con más facilidad
porque perciben que en ello reside su continuidad.
Dos curiosidades. Pertenecer a la clase
alta no supone tener más cultura y ello se muestra perfectamente
cuando al abrir la casa, con fines benéficos, a la vista de todos son
incapaces de dar a conocer los tesoros que la mansión alberga. Entre los
criados se mantiene una estricta jerarquización que simula la que para ellos
debe existir entre los habitantes y visitantes del piso de arriba y les molesta
sobremanera las visitas de arriba abajo y viceversa.
Un disfrute emocional de duradero recuerdo.
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