2 jun 2005

Crisis de Identidad

XXX Jornada
2/6/05


Hay ocasiones en que uno se pone frente al teclado con varios asuntos encima de la mesa sobre los que le gustaría decir algo y no sabe por cual decidirse; el no holandés que profundiza la crisis europea y la violencia juvenil que comienza a ser aceptada como natural.

Ambos temas pertenecen al lado oscuro de la fuerza.

La preocupación europea, después de dos tropiezos consecutivos, radica en haber comprendido lo inconscientes y cobardes que fuimos los españoles al dar nuestra aceptación a un Tratado infumable sin haberlo debatido ni leído. Las inercias de otros tiempos nos hacen decir siempre SI a lo que el poder propone por el miedo al enfado que pueda incurrir el convocante.

¿Nos atreveremos a dar nuestra sincera opinión cuando nos pongan delante todas esas reformas estatutarias y constitucionales que está cociendo la impresentable clase política española?

La llegada a España del fenómeno de las pandillas juveniles armadas nos plantea cuál es la forma correcta de enfrentarlo. Algunas voces, tan progres ellas, que como mucho han visto al los inmigrantes en el mercadillo de Majadahonda, ya dicen que tiene que ver con la cultura y su cultura es así; reacción violenta ante la intromisión del otro. Otros vemos la situación como expresión de una circunstancia social inevitable ante la negación a la integración en un contexto que no ven como suyo; el gueto. Estas pandillas, que suelen ser sudamericanas, tienen en su cabeza el modelo norteamericano de integración en barrios marginales donde impera la ley del más fuerte. Destacarse como perteneciente a un clan es la esencia de la supervivencia primero frente al igual y luego como defensa frente al distinto.

Dejarles campar por sus respetos no es la solución y la sola presencia policial tampoco sino va acompañada de acciones sociales que den salida a sus ansias de trabajo. El trabajo es la mejor forma de integración porque posibilita el acceso a otros bienes materiales y espirituales que estabilizan la vida.

Nada está tan alejado que no pueda alcanzarnos.

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