22 sept 2005

Los "Cuaitantos"

XXXVI Jornada

22/9/05

Hace ya algunos años que me muevo en la década de los cuarenta y, lógicamente, los amigos que me rodean también.

Una de las curiosidades de esta época se refiere al rescate del pasado. No voy a generalizar pero en una gran proporción de cuarentones dedican una parte de su tiempo libre a la búsqueda de aquellas posesiones de su pasado, preferentemente de su adolescencia, tiempos del Instituto, que alguna vez tuvieron en sus manos y luego, por los avatares de la vida, perdieron; libros, tebeos, bicicletas, juguetes, cromos, álbumes.

El caso es recuperar la Icaria en que se ha convertido para muchos su adolescencia. Pero la memoria es sumamente engañosa y selectiva en el recuerdo con el paso de los años. La adolescencia no fue un Mundo Feliz sino una cruda realidad llena de soledad, incomprensión, malos humores y falta de cariño y la posesión de objetos materiales del pasado en el día de hoy nunca va a remediar este hecho.

Estamos en los “cuaitantos”, no nos engañemos. Muchos de nosotros ya hemos vivido más de la mitad de lo que nos queda por vivir. Concentrémonos en el presente y en el futuro que, si Dios quiere y mientras sigamos con salud, es lo único que nos queda por vivir.

Los recuerdos sólo nos sirven a nosotros los que vivimos la época y sabemos lo que sentíamos en cada momento de aquellos años. Los recuerdos no les sirven a nuestros hijos que no van a vivir del recuerdo ajeno sino del propio. No les sirven ni siquiera como herencia del recuerdo de nosotros mismos. Dejemos que ellos mismos se construyan su propia Icaria.

Otra peculiaridad de este periodo es la asunción personal del desprestigio de la figura masculina. No hay reunión de amigos donde de una u otra manera no surja el tema. Los chistes sobre la neurona masculina, sobre la incapacidad para hacer dos cosas a la vez o lo que un buen amigo mío llama “el moobing matrimonial” (pido perdón si la palabra inglesa está mal escrita pero como buen cuarentón soy de Francés) están al orden del día.

Lo peor de todo es que poco a poco ese pensamiento va penetrando en nosotros y lo que empieza como una broma termina por ser totalmente asumido con naturalidad y te lo terminas creyendo. ¿Cuantos de nosotros no nos hemos sentido tocados en la fibra sensible por anuncios publicitarios que ahondan en lo mismo? Anuncios que son un insulto a la inteligencia y al género masculino pero de los que nadie se hace eco.

Cumplimos la condena de aquellos hombres (género masculino) del pasado que cometieron el delito de ser dominadores e incluso hasta déspotas. No tenemos ningún reparo en asumir nuevos roles y tareas; no lo hacemos de la misma manera que las mujeres pero lo hacemos. Pero no debemos dar nuestro brazo a torcer en el menosprecio de nuestra inteligencia, igual de válida que la de nuestras compañeras y que merece el mismo respeto.

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