El
pasado 18 de junio visité la exposición que la Biblioteca Nacional presenta
bajo el título “Dos españoles en la historia: El Cid y Ramón Menéndez Pidal”
mediante la cual se pretende dar a conocer la figura del polígrafo asturiano
desvelando su desconocido pasado y su particular conocimiento de uno de
nuestros primeros héroes: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.
Mi
desconocimiento de la figura de D. Ramón he de decir que era total, tan sólo
recordaba que el día que falleció, yo estaba estudiando bachillerato, fue
declarado día de luto, no lectivo, y nos mandaron a casa. He descubierto a un
hombre comprometido con su tiempo, presidente de la Residencia de Estudiantes y
desde su cargo de Director de la RAE defensor a ultranza de sus compañeros
académicos depurados “la depuración es el paraíso de los
mediocres insignificantes y fracasados que están muy a gusto excluyendo a
Sánchez Albornoz, a Marañón y a Millares; y los de la Española a Bolívar,
Marañón, Navarro, Cabrera, Baroja, Alcalá Zamora, Pérez de Ayala…” Partidario
declarado de la neutralidad de la cultura, su temperamento conciliador no le
impidió sin embargo expresarse sin rodeos, contra gobiernos de uno u otro
signo, cuando consideró que tenía que hacerlo. “Si yo, cada vez que España tuvo
gobiernos que me desagradaban, me hubiese expatriado, hubiese vivido casi
siempre en el extranjero. Mi patria es más mía que de los varios gobiernos que
la detentan”.
De
la relación de D. Ramón con el Códice de Vivar es mucho lo que hay que añadir.
Perteneciente a su familia desde 1851 pudo manejarlo a fondo y establecer con
él una relación que iba más allá de su simple posesión. Su estudio supone la
primera aplicación en España del método histórico-comparativo, que había hecho
de la filología una disciplina puntera en Europa. “Oímos la voz de los siglos.
¡Cuántos recuerdos del pasado trae en mi vejez esa voz! El Campeador se hizo
presente en mis estudios desde mi primera juventud […] yo le vi arrancar a
punta de lanza en los historiadores árabes […] Yo asistí a su brillante
victoria como héroe de la tradición épica perdurable […]”.
La
exposición se completa con la exhibición del Cantar del Mío Cid, ejemplar
adquirido por la BNE en 1960, donación de la Fundación Juan March que lo
adquirió con este fin por diez millones de pesetas, y que se custodia hoy en
día en la cámara acorazada de la Biblioteca.
El
Cid y D. Ramón: aventura y cultura. Dos palabras que resumen el hazañoso paso
de estos dos españoles por la historia.
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