6 ago 2019

Juventud consolidada

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Tengo sesenta y un años. A mi alrededor cada día se hace más y más evidente la existencia de un grupo social, cuya edad se encuentra entre los cincuenta y setenta años, que no contempla en su horizonte más inmediato  envejecer. 
Han llevado una vida razonablemente satisfactoria. Sus padres les inculcaron la idea de que la formación y los estudios pondrían en sus manos la consecución de un puesto de trabajo para llevar una existencia digna. Han podido realizar largas carreras profesionales de treinta, treinta y cinco y cuarenta años de servicio. Se casaron, tuvieron hijos y adquirieron una identidad.
Vieron como el mundo agrario de sus padres desaparecía y como la ciudad ocupaba más y más espacio en sus vidas. Se les exigieron sacrificios pero fueron capaces de sobreponerse a los momentos más críticos porque fueron educados en la referencia a unos valores de superación y esfuerzo. Se convirtieron en hombres y mujeres independientes que trabajaban para vivir, porque nunca se olvidaron de vivir.
Ahora cuando les llega la hora de jubilarse se siente plenos y quieren dedicar el resto de sus vidas a aquellas actividades a las que no pudieron dedicar todo el tiempo que hubieran querido mientras trabajaban y que ahora que pueden quieren disfrutar. Están en el mundo, han hecho ímprobos esfuerzos por no desligarse de la realidad,  pero disfrutan, y mucho,  con el contacto humano, con el cara a cara con sus amigos, sus hijos y sus nietos.
Este nuevo colectivo está estrenando una edad que el otro día, y creo que muy acertadamente, uno de sus componentes bautizó como JUVENTUD CONSOLIDADA. No miran la juventud con nostalgia es que se sienten jóvenes, física y mentalmente, hacen gala de ello y quieren vivir su vida, no la de los demás. Llevan la juventud dentro, celebran el sol cada mañana y sonríen.

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