6 may 2011

El hombre político

El hombre es un lobo para el hombre pero también es un ser político y sustraerse a ello no es que sea imposible pero si difícil. Me había propuesto, en esta nueva etapa, no tocar para nada los temas políticos del día a día porque en muchas ocasiones su importancia viene determinada más por el ruido mediático que originan que por su verdadera importancia. Hoy rompo este cierto compromiso porque creo que una grieta se ha abierto en nuestra convivencia y una nueva etapa comienza de final nada incierto sino todo contrario.
La sentencia del Tribunal Constitucional que permite la participación, ahora y para siempre, de ciertas posturas soberanistas, que no sé si son lobos con piel de cordero o no,  pero que en todo caso han sido capaces de crear las dudas suficientes en todos, incluido yo, como para hacer pensar que no está mal que se presenten, tiene unas consecuencias a largo plazo de innegable interés. Desde ahora se puede decir abiertamente que el objetivo político a alcanzar es la independencia sin más. Los mensajes dejan de ser ambiguos y serán todo lo directos que las circunstancias establezcan en cada momento. La presión se irá intensificando, los partidarios y sus acompañantes políticos, que los habrá, irán creciendo y en un plazo de no más de diez años el País Vasco conseguirá la independencia y a continuación, sin dudarlo, Cataluña, que durante todo este tiempo jugará un papel en la sombra de calculada ambigüedad para recoger beneficios allí donde y cuando le interese.
La independencia no me asusta y tampoco soy partidario del catastrofismo del lema “romper España”. España ya está rota en este momento y la finalización de este largo proceso de separación que se inició, sin mucha gente saberlo, el primero yo, con la aprobación de la Constitución de 1978 puede y debe ser el principio de una regeneración que permita, ya sin lastres, construir un nuevo país con unas bases ya sí, por fin, comunes y aceptadas por todos. Un país unido, modesto, pero orgulloso de serlo que recoja una herencia y la salvaguarde como realmente propia.
Nuestro futuro ya está descrito y sólo espero que nos dejen en paz y no nos involucren en sus guerras partidarias y partidistas que tan mal recuerdo dejaron en épocas pasadas. De verdad, cuando ese día llegue descansaré y sentiré la misma paz y el  mismo orgullo por ser español que el que siente un francés o un alemán de serlo.
Mientras tanto asistiremos periódicamente al circo partitocratico como el que hoy se ha iniciado. Bien es verdad que cada vez con mayor desencanto, ya es imposible creerse las mentiras que todos nos cuentan, y mostrándolo, de la única manera posible en defensa de la democracia, mediante nuestro voto en blanco y a la espera de que surja un movimiento ciudadano de regeneración que barra de una vez por todas a todos los cínicos y corruptos que hoy nos dirigen, que no nos gobiernan.
Las listas cerradas y la obligada obediencia en voto al partido han ido alejando al hombre público del elector que le elige. En esta época de escasos dineros nos podríamos ahorrar grandes cantidades si ponemos en marcha parlamentos, regionales y nacional, de carácter virtual. Ya que ningún parlamentario va a saltarse la disciplina del partido le pagamos el sueldo a uno sólo que apriete el botón en el nombre de los restantes. Un solo sueldo y políticamente no se va a notar la diferencia.
Es posible que a partir de este momento se de inicio a una nueva forma de ver al hombre político pero dicha visión tenemos que ser nosotros mismos quienes la construyamos, no debemos dejarnos arrebatar la iniciativa por las maquinarias, que ya ha demostrado sobradamente de que son capaces, de partidos y sindicatos que a la sombra del poder han medrado en el pasado. El poder debe ser nuestro y el futuro lo tenemos crear nosotros, todos unidos en un ideal común que se llamará España.

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