28 feb 2012

La Clase

Hace treinta años que me dedico a la enseñanza. Para un maestro lo más apreciado es la clase. Es un espacio singular, un microcosmos social, un estado en miniatura, donde se reproducen los modos de vida de la sociedad del momento.


La clase tiene vida propia. Las relaciones que se establecen entre sus componentes, aun siendo forzadas en el paradigma espacio-tiempo, son reales y provoca tensiones que el propio grupo debe aprender a resolver.
El otro paradigma es el maestro. La clase le debe aceptar como el líder, sin mesianismos, el mediador de conflictos, el ejemplo, la autoridad; si no es así su figura se diluye en un contexto que no es el suyo, que no le pertenece. El maestro, es por edad ajeno al grupo, nada tiene que ver con él ni en gustos, ni en aficiones, ni en formas de vida y, sin embargo, su sola presencia, su aceptación y su participación en la clase le convierten en la piedra angular que permite que el edificio social que la clase construye se mantenga.
El maestro no puede, ni debe, participar en la creación del entramado social de la clase. Su figura se engrandece desde el momento en que capta cual es dicho entramado e interviene para corregir peligrosas desviaciones o aporta su consejo para mejorarlo. El maestro debe corregir con autoridad, una autoridad que debe ser aceptada de antemano, pero siempre con justicia para que dicha autoridad, que se ha ganado a pulso, no se deteriore. El maestro debe dialogar, pero no como amigo, sino como el mediador que conociendo todos los hilos de la urdimbre los maneja, pero no a su antojo, en la búsqueda del equilibrio perdido. 
Cuando esa delicada red se estabiliza es cuando se consigue esa maravilla consistente en dar clase. Esa situación, ideal en muchas ocasiones y en muchos lugares, donde las figuras de maestro y alumno adquieren su verdadera dimensión; una situación de comunicación fluida donde uno aporta y deja y el otro recoge y aprecia.
La recogida, el aprecio por lo recibido, la cosecha puede tardar varios años pero cuando llega la satisfacción es plena. Yo vivo esa satisfacción en estos precisos instantes. En mi Centro se encuentran como alumnos de practicas, futuros maestros y maestras, algunos de los que fueron mis alumnos en épocas anteriores. Los he visto crecer y ahora los veo compartir conmigo sus primeras experiencias en el aula, en la clase. Su percepción de la vida va a cambiar; definitivamente verán a los otros como lo que son: sus alumnos.

No hay comentarios: